Así opera el nuevo sistema de poder de la Argentina. Una oligarquía periodística que, como correa de transmisión del establishment económico, se arroga la misión de redactar, difundir y poner en boca de sus chirolitas el pensamiento único, el pensamiento correcto, para que toda la comunidad sepa que no hay otro camino posible de tránsito que no sea el que marcan los dueños de la riqueza. Un sistema, la Mediocracia, que para sembrar su “verdad” en el terreno de la opinión pública se vale de una clase de ALGUNOS MEDIOCRES, que con tal buscan saciar su voracidad material, y que se han convertido en los esclavos que aceitan la cadena reproductora del discurso hegemónico.
Algunos mediocres chantas y simples ENTES, que sin vergüenza los hubo en todos los tiempos. Pero, al igual que sucede con las cucarachas, encuentran mejor clima al calor de las grietas sórdidas y oscuras de los medios, hacia donde se arrastran en busca de su alimento. En los últimos años, la mayoría de ellos se apiñan en torno de los manteles de algunos medios o instituciones para alcanzar alguna migaja del menú mediático.
A falta de SERES INTELIGENTES Y CREATIVOS Y NOVEDOSOS y, en la ausencia de instituciones creíbles y confiables, y con un gobierno que debe enfrentar toda la presión de los intereses antinacionales, los mediocres “asumen” la convocatoria de lo público hasta imponer un monopolio de ideas y conceptos. Marcan la agenda del país con su propia agenda supuestos incorregibles de siempre
Aun dispersos y diversos, pero fortalecidos y reagrupados, constituyen un poder en sí mismo y se convierten en constructores de los referentes nacionales, el espacio desde donde se convoca a la ciudadanía, donde se eligen a sus representantes. Se insiste: la Mediocracia. Un poder paralelo que pretende mandar a la par (o por encima) de los pueblos o ciudades, o gobiernos que eligen los mismos pueblos.
Hoy, más que nunca, hay que conversar sobre el poder fáctico que idos acumulan en un país donde falta poder y hasta de, credibilidad a las instituciones públicas, legitimidad a los poderes del Estado y fuerza a la sociedad civil. Tenemos cada vez menos Estado y más MEDIOOCRES CAMINANDO EN LAS CALLES, MEDIOCRES, Y SIMPLES BASURAS.
Si en una verdadera democracia los medios difunden lo que la gente piensa; en la Mediocracia la gente termina diciendo lo que los medios piensan y quieren que se diga. Y si en la democracia la información es una cosa y la opinión es completamente distinta; en la Mediocracia no hay fronteras porque sus dueños pretenden capturar, secuestrar el libre pensamiento.
El chantaje que hoy ejercen no sólo desmiente la pretendida naturaleza de “actores sociales calumniadores en el propio juego sucio de una sociedad, sino que, socava a través de la manipulación y demonización informativas un fundamento de la propias mentiras, de esta democracia moderna mentirosa donde estamos insertos: la existencia de un mentiroso sistema de simples mediocres canallas.
Lo más perverso de todo esto es que, sin ser un poder institucionalmente legitimado por otra vía que no sea el rating y el aparato comercial y económico que los mantiene, los medios juegan un papel que rebasa por mucho su condición de agentes mediadores para el encuentro del pueblo y sus representantes, también mediocres, porque están manejados por el silencio y hasta el simple canallismo y la misma mentira, que es peor aún, por eso los valores no existen, ni en ningún lado donde se pueda hablar de ello.
Si en plena Década Infame nuestros faros del pensamiento (Jauretche, Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Manuel Ortiz Pereyra) fueron capaces de resumir la orfandad nacional en aquella didáctica y suprema sentencia (“Somos una Argentina colonial… Queremos ser una Argentina libre”), lo que dio lugar, pocos años después, a resumir nuestra lucha en el “Patria sí, colonia no…”; nos atrevemos a sostener que la consigna de hoy debe ser: simplemente mediocracia.
No está demostrado, pero es posible que en ARGENTINA sea el país LATINOAMERICANO con más ineptos. Nadie habla de la degradación y empeoramiento de nuestro sistema escolar y de la universidad. Nos hace falta sentido crítico y nos seguirá faltando mientras la educación, el primero de nuestros problemas y el germinal de todos los demás, no adquiera prioridad entre los planes del gobierno por culpa de una sociedad que ha dado la espalda al conocimiento. Resulta demoledor para una nación incapaz de buscar soluciones únicas para un problema común. Aquí no llegarán las inversiones que emplean trabajo altamente cualificado porque se invierte poco en investigación y carecemos de gente preparada.
Dilbert, personaje central de una tira satírica en prensa y televisión de muchos países y cuya trama se desarrolla en el contexto de lo cotidiano, recomienda que nunca discutas con un idiota; te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia. Cuando un inepto gobierna un país, una comunidad autónoma o una organización es que no ha existido ninguna apuesta por el talento. El idiota no llega a la cima de un país o de una organización por selección natural. En la naturaleza, los animales "ineptos" son eliminados por los mejor dotados o comidos por otras especies. Cuando un idiota llega a dirigir un país, un ministerio, una región, una ciudad o una institución, es por votación o por elección”. Algún día la historia se rebelará contra los pensadores y gentes con talento que han sido cómplices de esta tragedia triunfarán, no FALTA MUCHO PARA ESO.
El idiota es un esperpento. Fruto de una sociedad que vive fascinada por la banalidad y por unos personajes cuya principal cualidad es la vacuidad, en ARGENTINA triunfan los idiotas, los iletrados y los maleducados. Hoy no hace falta estudiar ni invertir en educación para triunfar.
No se puede sostener por más tiempo el mantenimiento de buena parte de nuestras superpobladas instituciones y de toda la maquinaria pública o subvencionada, que secuestra la iniciativa publica o privada, y que esquilma a los ciudadanos y atenta contra el sentido del daño moral.
sábado, 19 de junio de 2010
“PROCLAMO LA ETICA DEL SUPER HOMBRE INTELIGENTE Y NO LA DE LOS MEDIOCRES
“PROCLAMO LA ETICA DEL SUPER HOMBRE INTELIGENTE Y NO LA DE LOS MEDIOCRES”
¿Qué hacer con los mediocres?
La pregunta planteada, POR DANIEL PREZ LORENZINI, no se discute abiertamente, porque hoy Los mediocres están rodeándonos, con su impronta necedad, y hasta que pululan en el propio sistema en distintas instituciones y que es una peste tener estos entes a nuestros lados. Antes era neutral, e incluso positiva, pero la ferocidad trepadora de nuestros días nos ha llevado al absurdo de querer ser los mejores en todo, incluso en competir. Pero los mediocres y lo s mismos necios son ellos que quieren pisotear todo terreno… ¿Hacemos algo definitivamente?, ¿Qué...?
Dame cien mil ladrillos y levantaremos un paredón en la misma plaza 25 de mayo, y a ver si de alguna vez crecen o desaparecen o cambian…¿cambiar?, no creo, el mediocre no cambia jamás, por que su rasocicinio no le da, solo es un ENTE.
Se presentó descaradamente, y me puso nervioso. Estaba solo. Nadie podía darse cuenta. Pero no quise verla, como si fuese la intrusión de un comercial procaz. Tal vez estuvo antes, pero en la zona del reojo, donde tampoco quise verla. Era una pregunta necia, obscena, que no se iba, que exigía atención: ¿Qué hacer con los mediocres? ¿Por qué tantos maestros, jurados, editores, se sienten verdugos descalificándolos? La presión da lugar a desahogos confidenciales, a chismes, a chistes, pero nada más. ¿Por qué es enojoso analizar el problema? ¿Qué tiene de indecente?
La medianía fue neutral, luego positiva, después negativa y ahora tabú.
La raíz indoeuropea medhyo corresponde en griego, latín, germánico, a términos neutrales que se refieren a lo que está en medio (espacio, secuencia, medición). En español, medio, en medio, mediano, mediocre, promedio, intermedio, mediar, medianero, mediador, mediante, inmediato, tienen ese origen. En latín, mediocris describía una posición de mediana altura, en un monte o elevación física. La raíz indoeuropea de ocris es ak: cima, pico. El uso se extendió a toda posición que no llega al extremo: mediocre malum (enfermedad no grave), mediocris animus (espíritu moderado), mediocris vir (hombre de clase media). (Roberts, Pastor, Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española; Ernout, Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine; Blánquez, Diccionario latino-español.)
La sabiduría antigua desconfiaba de la desmesura, lo desproporcionado, el exceso. Esta desconfianza llegó a convertirse en un elogio de la medianía y la moderación. Aristóteles define la virtud como el justo medio entre dos extremos (Ética nicomaquea, ii, 6). Horacio celebra la dorada medianía (Odas, 2, 10). Séneca engrandece el desprecio a la grandeza: "Es de gran ánimo despreciar las cosas grandes y preferir lo mediano a lo excesivo" (Cartas a Lucilio, 39, traducción de José María Gallegos Rocafull). Todavía a principios del siglo XVII, Montaigne casi lo cita: La grandeza "muestra su altura en preferir las cosas medianas a las eminentes" (Ensayos, III, 13). Por esos años, Covarrubias, en el Tesoro de la lengua castellana o española, anota que medianía "Se dice de lo que es razonable y puesto en buen medio. Mediocridad es latino, significa lo mismo y úsanle algunos."
El desprecio a la moderación es de siglos recientes. Parece surgir con el barroco y su amor al exceso, crecer con la Ilustración y el absolutismo, exaltarse con el romanticismo y su culto del genio y lo sublime, volverse científico con la eugenesia. Nietzsche proclama la ética del superhombre y condena la compasión cristiana como negación de la vida. "Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres." (El anticristo, 2, traducción de Andrés Sánchez Pascual.)
El siglo XX industrializó los ataques militares a la población civil, para desanimar a las fuerzas enemigas, y el genocidio contra los indeseables en la propia sociedad, para depurarla y mejorarla. Tanta monstruosidad suscitó un progreso de la conciencia moral. La guerra, por primera vez en la historia, se desprestigió. La soberanía del Estado perdió legitimidad frente a los derechos humanos. El desprecio a las culturas inferiores se volvió inadmisible. Tan inadmisible, que ahora nada se puede considerar inferior. Esta ilimitada extensión del tabú contradice sus buenas intenciones, porque afirma como valor la negación de todo criterio y diferencia de valor.
La mediocridad como tabú tiene que ver con este relativismo. Si nada es inferior, nada se puede descalificar. También tiene que ver con el progreso americanizado. El Tercer Reich y el imperio soviético se hundieron frente al imperio de los Estados Unidos, y sucedió lo mismo con sus mitologías. Ante el fracaso del superhombre nazi y el hombre nuevo socialista, ascendió la fanfarria por el hombre común. Si todo hombre común es un líder en potencia, no puede haber mediocres: sólo etapas en el camino de la superación personal.
Hay una paradoja en la cultura del progreso. Aspira a una excelencia cada vez mayor en todas las disciplinas, a una igualdad cada vez mayor de todas las personas. Pero ¿cómo reconciliar igualdad y excelencia? La excelencia desiguala. "Si todo en este mundo fuera excelso, nada lo sería" (Diderot, El sobrino de Rameau).
Los mitos esconden una contradicción insuperable, y así permiten "superarla" (Lévi-Strauss, Antropología estructural). El mito del progreso oculta su contradicción en la esperanza de tiempos cada vez mejores. Basta con suponer que la excelencia es una desigualdad pasajera. La contradicción de hoy se resolverá mañana, aunque de hecho se prolongue indefinidamente. La vanguardia no es una minoría privilegiada, sino el principio de una excelencia alcanzable por todos. Los adelantados del progreso reconcilian igualdad y excelencia, porque su aristocracia es transitoria. Todos serán excelsos en un mañana igualitario, que se pospone una y otra vez. Los privilegios de hoy están en el futuro de todos, y siempre lo estarán.
La idea romántica de que hay que aspirar a lo máximo, de que el extremo opuesto (el fracaso absoluto) es preferible a la mediocridad, rompe con la idea antigua de no desquiciar la vida y desemboca en el superhombre que extermina a los mediocres. Como esto es repugnante, y como no se puede volver a la idea antigua de que la mediocridad es deseable, hay que suponer que no existe. Porque, en realidad, lo que parece mediocridad es una etapa transitoria: todo está en vías de superación. O, más radicalmente: porque la supuesta mediocridad (con ciertos criterios) es una excelsitud (con otros).
Sería más inteligente reconocer que todos somos mediocres en casi todo, que no tiene importancia y que intentar lo máximo en todo es ridículo. La excepción no puede ser la regla general, y no hay que confundir esto con la verdadera regla general: que cada persona es única, porque su código genético, su historia, su conciencia, sus capacidades y sus gustos, constituyen un ser único. No hay dos personas iguales. Para que una persona sea comparable con otras, hay que reducirla a lo que no es: peso, estatura, edad, velocidad en cien metros planos, palabras por minuto que puede teclear, escolaridad, dinero que gana, premios obtenidos, calidad de sus traducciones de Catulo, de su interpretación del De profundis de Sofía Gubaidulina, de sus retratos al óleo.
Si las personas se reducen a una sola dimensión comparable, lo normal es la medianía, como en cualquier distribución estadística; y lo ridículo es desear que toda la población compita y gane en la prueba olímpica de cuatrocientos metros de nado libre. Es imposible que todos ocupen el primer lugar, y es indeseable que lo intenten. Lo deseable es que todas las personas aprendan a nadar, para que lo disfruten (y lo usen, en caso necesario).
Reducir a las personas a una dimensión las degrada. La sociedad entera se degrada, si todo se reduce a medir y ser medido. Aprender no es lo mismo que sacar buenas calificaciones, y lo importante es aprender. Divertirse y sufrir, lidiando con el agua, los materiales, las herramientas, las ideas, las circunstancias que pueden convertirse en una solución feliz, no es lo mismo que ganar puntos curriculares, prestigio, posiciones, dinero.
Este deslizamiento de la vida concreta hacia la abstracta da menos valor a las personas y a las cosas que a su medida en una dimensión. Paralelamente, es un deslizamiento de la realidad al narcisismo. Hay padres bien intencionados que dicen a sus hijos (para mostrar que no los obligan a seguir su profesión): "Puedes ser lo que quieras, hasta barrendero; pero, eso sí: el mejor barrendero." Lo cual es empujarlos a la reducción de sí mismos, no a su desarrollo. Ser el número uno como barrendero (o lo que sea) está centrado en el yo y los competidores, no en el trato competente y feliz con la realidad.
Así se comprende la necesidad ontológica de no ser descalificado, y la presión sobre los maestros, jurados, editores. Cuando lo importante no es aprender, entender, crear, investigar, divertirse, resolver problemas, ayudar, sino competir y ganar, toda prueba es un Juicio Final con pase al cielo, reprobación al infierno o suspensión en el limbo. De ahí las mañas infinitas para tener éxito, como única meta en la vida. Todo trato competente con la realidad se reduce a un trato con abstracciones: medir y ser medido, derrotar a los competidores, superar marcas. Barrer bien, nadar sabrosamente, hacer cosas bien hechas, madurar como personas, encontrar soluciones creadoras a los enigmas y problemas que nos plantea la realidad, todo se vuelve secundario para el winning is all del trepador.
Paradójicamente, la presión trepadora desemboca en el ascenso de los mediocres al poder y la gloria. Se supone que el darwinismo ferozmente competitivo debería entronizar a los excelentes, no a los incompetentes. Pero las carreras trepadoras están llenas de pruebas cuyos resultados no se miden tan fácilmente como el tiempo en una alberca olímpica. Evaluar a una persona para un puesto o premio, evaluar una obra, no puede ser exacto. Es tan discutible que distintos jurados honestos y capaces pueden llegar a conclusiones opuestas. Si, para evitar la discusión, todo se limita a mediciones mecánicas, el resultado es absurdo. El candidato con más puntos puede ser un mediocre. El producto que más vende puede ser mediocre. Lo más calificado en las encuestas puede ser mediocre. El programa con más rating puede ser una porquería.
La competencia trepadora no siempre favorece al más competente en esto o en aquello, sino al más competente en competir, acomodarse, administrar sus relaciones públicas, modelarse a sí mismo como producto deseable, pasar exámenes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir o presionar a los jurados, conseguir el micrófono y los reflectores, hacerse popular, lograr que ruede la bola acumulativa hasta que nadie pueda detenerla. La selección natural en la trepadera favorece el ascenso de una nueva especie darwiniana: el mediocre habilis.
No es imposible que una persona competente en esto o en aquello sepa también acomodarse y trepar, pero no es necesario. Lo importante es lo último. Una persona más competente aún puede ser descartada en la lucha trepadora, si no domina las artes del mediocre habilis. Así se llega a las circunstancias en las cuales un perfecto incompetente acaba siendo el número uno.
Desgraciadamente, aquellos que no tienen interés en lo que están haciendo, sino en ser aprobados, presionan hasta que se salen con la suya. Muchos años después, cuando llegan al poder y la gloria, son los modelos ejemplares de una sociedad reducida a trepar, y la degradación se extiende desde arriba. Muchos lo lamentan, sin ver que todo empieza abajo: cuando maestros, jurados, editores, para no sentirse verdugos, se vuelven cómplices del trabajo mal hecho. -
ESCRITO POR: DANIEL PREZ LORENZINI
-"SIEMPRE HAY QUE TOCAR FONDO PARA QUE LAS COSAS FUNCIONEN... VIENE TIEMPO DE SUPERACION Y DECLARAMOS UN PISO A LA DECADENCIA MORAL. DECLARAMOS UN DESPEGUE Y JUSTICIA EN NUESTRA SOCIEDAD.
TIENE QUE HABER UN CAMBIO... NO HAY CAMBIOS SI NO REALIZAMOS ALGO. POR ESO DECLARAMOS ROMPIMIENTO.
TODOS TENEMOS DERECHO A OPINAR... LA VIDA NO SE HACE CON OPINIONES, SE HACE CON PALABRA DE SABIDURIA Y CIENCIA. BUSCAMOS LA PALABRA TUYA."
UNO LAS OBRAS LAS SUEÑA CUANDO ES INTELIGENTE, EL QUE NO LO ES, SOLO ES UN NECIO!!!!
"Uno
las obras las sueñan
los santos locos,
las ejecutan
los luchadores natos,
las aprovechan
los felices cuerdos.
Y las critícan
los inútiles crónicos."
las obras las sueñan
los santos locos,
las ejecutan
los luchadores natos,
las aprovechan
los felices cuerdos.
Y las critícan
los inútiles crónicos."
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